¿Quién paga la cuenta de una cita fallida?
Una mala cita es la pesadilla de cualquier persona soltera. ¿Está permitido mentir para salir de ella? ¿Es mejor ignorar comentarios hirientes o hay que discutir al respecto? Y como postre, ¿quién paga la cuenta de una cita que no va a ningún lado?


Programas como Love is Blind o First Dates permiten a los espectadores son testigos de los momentos románticos y casi mágicos que en ocasiones tienen lugar en una primera cita o de las disparatadas anécdotas, los bochornosos comentarios y las sorprendentes peleas que se producen cuando dos personas quedan para conocerse. Una mala cita es la pesadilla de cualquier soltero, especialmente en un mundo víctima de la fatiga del dating fruto de la concatenación de encuentros nefastos que las aplicaciones de citas favorecen. Aunque estas apps ayudan a quienes buscan pareja a encontrar con mayor facilidad a citas potenciales, también amplían las posibilidades de que estas sean desastrosas.
Ana Millán contaba en su podcast, La vida y tal, la forma en la que le hizo saber a su acompañante que la cita no tenía sentido alguno. “Él me preguntó en qué estaba pensando, y le dije que en lo tranquila que se cena con alguien que no te gusta nada”, dijo la actriz, demostrando así no ser de las que tienen preparada alguna mentira piadosa si las cosas no cuajan. En otro capítulo explicó que para asegurarse de no tener que poner excusas enrevesadas en el caso de que las cosas no vayan a buen puerto, siempre advierte antes de quedar que tiene una cena después. Así, queda para tomar algo y en el caso de que el encuentro sea divertido, alega que la cena se ha cancelado, por lo que si a la otra persona le apetece, alargan la cita para cenar juntos.
“Si usamos tópicos como la llamada o el mensaje de alguien que nos necesita, podemos dejar a la otra persona pensando si es o no verdad. Si apostamos por la mentira es para no herir o para evitar incomodidad; pero, sin querer, podemos hacer más daño o dejar a la persona rumiando si era o no verdad el argumento que hemos usado para irnos”, explica la psicóloga Monste Cazcarra, autora de El obrador de la esperanza (B, 2025). Considera que sólo resultaría conveniente en caso de que la situación pueda complicarse; si por ejemplo la otra persona muestra una incorrecta gestión de la incomodidad o la frustración o un trato agresivo al personal de servicios.
A la hora de abogar por la sinceridad, el psicólogo especializado en vínculos Sebastián Girona advierte lo habitual que es, al decir las cosas de una forma muy clara, cometer un sincericidio. “La cuestión pasa por poder plantear que, evidentemente, no estamos encontrando lo que estábamos esperando dentro de esa cita, que no tiene que ver con lo que él o ella tienen para dar, sino con nuestras expectativas. No debería ser hiriente, pero muchas veces lo es, porque se puede dañar el ego del otro. Es tratar de poder comunicar las cosas que te están sucediendo de la forma más asertiva que se pueda”, asegura.
Cazcarra indica que lo oportuno es tener citas en lugares públicos por si ante el rechazo, la otra persona muestra una actitud agresiva, pues al no conocerla bien, es imposible saber si su gestión emocional puede ser peligrosa. “Sería estupendo que no existiera la posibilidad de sentirnos inseguras teniendo una cita, pero la realidad es otra. Por eso, las medidas que adoptemos deberán ser proporcionales a la agresividad verbal y no verbal de la persona”, explica. Girona asegura que esas agresiones que pueden aparecer del lado del hombre son una herida del ego. “El ego se siente herido, se defiende y de alguna manera aparecen todas estas cuestiones que no están justificadas. Por eso muchas veces la mentira trata de evitar estos malos momentos”, comenta. “Diría que cualquier cosa que te haga poder dejar una relación que no va hacia a ningún lado, puede ser útil. La forma más adulta es siendo lo más responsable emocionalmente posible. El objetivo aquí es poder dejar una cita que no va hacia ningún lado”, añade.
Temas delicados y la cuenta final
Según un estudio de Preply, el 34 % de los españoles tiene miedo a las pausas durante las primeras citas, cuya aparición puede indicar falta de ‘feeling’. Por eso hay quienes deciden sacar temas ciertamente espinosos, como los relacionados con la política o la igualdad de género, aspectos que según un estudio puesto en marcha por Bumble a través de IPSOS DIGITAL, son algunos de los más importantes para los españoles a la hora de dejar de quedar con alguien. Lamentablemente, pueden surgir comentarios que ofendan a la otra persona. “Si nos quedamos hasta el final de la cita, podemos aprovechar el momento de despedirnos para poner sobre la mesa que tenemos valores distintos y que no habrá una nueva cita. Puede que una parte dentro de nosotras sienta la tentación de explicar por qué el comentario es machista, homófobo… desde una intención pedagógica o aleccionadora. Yo recomendaría escoger bien nuestras batallas y decidir en qué queremos invertir nuestra energía”, asegura Montse Cazcarra. “No tener más citas con esa persona es suficiente como para honrar nuestros valores y no traicionarnos. No es necesario que tratemos de convencer al otro de por qué no nos sentimos cómodas con su forma de pensar, sus valores o su manera de entender la vida y las relaciones”, añade.
Para finalizar, una pregunta tan importante como delicada. ¿Quién ha de pagar en esa primera cita fallida? “Exponer cómo nos hemos sentido o que ya no habrá más citas no es “una molestia”, es decir, no es algo por lo que debamos compensar. Cuando tenemos una cita con alguien a quien no conocemos en persona, debemos tener en cuenta la posibilidad de que no encajemos, de que no nos gustemos o de que no fluya. Nadie tiene por qué “compensar” por ello”, advierte. “Si decidimos pagar porque nos sabe mal que la cita no haya salido como esperábamos, estamos apostando por una estrategia complaciente en exceso que puede tener como objetivo evitar que la otra persona se enfade, calmar su disgusto o calmar nuestra culpa a base de actuar de forma injusta para nuestra parte”. Asegura que la alternativa más justa es pagar a medias y recordar que todo el mundo tiene derecho de marcharse de una cita.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
